martes, 7 de octubre de 2008

Ángeles del Café y la Coca

- Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito…
- ¿Que quiere decir, profesor?
El repentino rayo de luz (como el que hacen los espejos y los metales) desvió su atenta y entristecida mirada hacia la ventana.

La vieja y humildísima escuela estaba absolutamente vacía excepto por el profesor y sus ya únicos tres alumnos.
Él no contestó. Y los tres niños siguieron su ejemplo observando atentamente a través de la ventana. Era la hora de irse a casa.

Callados, tristes, pero hábilmente como el que ya sigue un hábito, un viejo reflejo, cada uno de los niños se fue amarrando con su cuerda a la polea para deslizarse por el cable de más de 800 metros de largo que los llevaba y traía cada día a la escuela por el precipicio entre las gigantescas montañas de las plantaciones.
Román, el mayor, era siempre el último. El profesor lo ayudó a amarrarse a la polea con aquella cuerda de atar costales y, antes de soltarlo, le contestó.

-...Que el espejito… siempre nos ha escondido al que lo mueve…

Y así soltó al niño dejándolo deslizarse durante los 35 segundos del viaje hasta el poblado, como toda su vida, como siempre había volando por encima de las cascadas, los árboles milenarios y las inmensas plantaciones de café y coca.
Doscientos metros abajo, bajo sus pies pequeños y su vuelo, el ejército de obreros empezaba a aplanar el terreno con aquellos metales enormes, sin percatarse siquiera de que eran vigilados desde el cielo.

2 comentarios:

marcofb65 dijo...

love it sweety. love you.

isaveau dijo...

Himenoki, es genial, me encanta quiero más, para cuando un libro??
Besos de tu hermana postiza..